Monday 15 February 2010

Lunes de Carnaval Colonia 2010

Donde el Abicú y su Alter Ego se olvidan por una tarde las loqueras del destierro

Por Jorge A. Pomar, Colonia

Son las 9 menos cuatro de la noche. Acabamos de cenar en casa después de cerrar la jornada más emocionante y multitudinaria del Carnaval de Colonia compartiendo unas cervezas con nuestra media naranja westfálica en "Stüsser", mesón tradicional distante menos de un kilómetro de nuestro hogar dulce hogar. Por cierto, en días normales --esta noche funge como taberna-- se saborean en el restaurante de la Neusser Strasse las chuletas de cerdo empanizado más vastas, gruesas y suculentas de toda la gastronomía colonesa. [Foto del Abicú: nuestra pelirroja Anna Klümper disfrazada de rubia en el mesón.]

Desbordan el plato y alcanzan para comer y --salvo cuando el comensal invitado, un sudoroso paisano recién escapado de la granja orwelliana, se desabotona el cuello de la camisa y desata el cinturón del pantalón-- para llevar. Por desgracia, expuesto a fina pero pertinaz nevada desde el pitazo de arrancada, el paseo dominical, reservado a escuelas, gremios y negociados públicos, fue el más triste y menos concurrido de los 16 presenciados por el Abicú y su Alter Ego desde febrero del 93.

Siempre había hecho una brisa de frigorífico, incluso lloviznado agua nieve de manera intermitente, pero nunca antes habíamos visto tramos semidesiertos a lo largo del trayecto. Y menos que menos a más de un mocoso, ya del todo indiferente al diluvio de caramelos, bombones y muñecos de trapo, a punto de romper en lágrimas, preguntándoles con ojos suplicantes a sus ateridos padres qué de malo habían hecho para merecer semejante ordalía polar.



A ratos enmudecían las fanfarrias, los bailarines dejaban caer los hombros y los alazanes baldeaban el pavimento a su equina manera de ser irreverentes. No acudieron como de costumbre cientos de miles de forasteros y buena parte de los coloneses prefirió guarecerse en sus cálidas tabernas y restaurantes. Apenas en las principales encrucijadas del desfile, como por ejemplo a su paso frente a la catedral, los más tozudos mantenían el entusiasmo.

El pronóstico meteorológico tampoco prometía nada mejor para este Rosentag (Lunes de Carnaval o "de Rosas"). Con todo, para sorpresa general los climatólogos se equivocaron por unas horas providenciales para que el cielo se despejara, brillara el sol y la vomitadera de espumarajos blancos que ahora mismo empaña la villa diese tiempo de sobra a que la última comparsa se desbandara en la raya de meta, sita en la céntrica avenida San Cristóbal.

Esta medianoche habrá que echarle más leña a las fogatas para quemar los muñecones de paja cuya incineración pone fin al carnaval más alegre de la Europa católica. Las pacatas urbes protestantes no practican semejantes ritos orgiásticos de origen pagano. Razón de más para aborrecer de cualquier puritanismo, incluido el marxista.

Para no hablar ya de los despelotes pecaminosos de la
Weiberfastnacht ("Carnaval de las Comadres" o "Noche de Brujas"). Siguiendo el plan de morigeración previsto en el post anterior, el jueves por la noche el Abicú no fue más allá de un par de copas, unos contoneos y alguna que otra satería sin desahogos eróticos.

Regresamos temprano a casa. Único incidente de nota: mi impúdico Alter Ego trabó amistad con una procaz trinidad de enmascaradas
coroas (tembanas algo pasadas de tragos, lujuria y calendarios) demasiado interesadas por su irreflexiva, inconsulta, lasciva oferta de "sevicias criollas completas a la carta". Hay que ver la labia pornográfica que se gasta este filósofo erotómano cardenense de café mezclado con chícharos calcinados.



Tuve que emplear algo más que la fuerza de la persuasión para alejarlo de los espesos efluvios etílico-nicotínicos de aquel abarrotado, delirante local colonés. No sin la promesa solemne de cederle mañana mismo, sin excusas ni pretextos, el turno blogosférico para explayarse a sus anchas acerca de la original extravagancia especulativa con que les rompiera el coco y se agenciara la concupiscencia de las tres pintarrajeadas beldades brasileñas.

A saber, una --según él-- originalísima hipótesis simétrica que, a partir de abstrusas elucubraciones lingüísticas explica sin resquicios, a favor del enorme país de Lula y en contra de nuestra histórica- y antropológicamente acomplejada Isla de la Siguaraya, esenciales diferencias de matices psicosociales y patrones de desarrollo, o sea de idiosincrasia y civilización, entre España y Cuba, por un lado, y Portugal y Brasil por el otro.

Intrigado igual que Ustedes, pero al borde del apagón encefálico después de los intensos ajetreos de este Lunes de Carnaval, a duras penas he logrado convencerlo de la mutua conveniencia de abordar semejantes sutilezas teóricas con la mente fresca mañana martes. Por lo pronto, lo que nos vale es que por fin hemos vuelto a desconectar un rato de nuestras congojas exiliares y nos vamos los tres a la cama con la grata certidumbre de haberle asestado un primer gancho mortífero al crudo higado invernal...

5 comments:

Anonymous said...

Buena curda te has llevado para escribir tantas boberías, como las que acostumbras a escribir, salvo que hoy te has superado.

Anonymous said...

Brillante!!!, Genial!!!, insuperable Pomar!!!!!!

Anonymous said...

jijijijij
:)

Cristina García said...

¡Lástima que no te guste el frío!
Gracias, Pomar.

Isis said...

He disfrutado mucho esta sabrosa crónica.
Gracias por poder compartir de esta manera el Fasching contigo y con Anna.
Saludos,